sábado, noviembre 26, 2005

Match Point

La vida es cuestión de suerte. Una pelota golpea violentamente contra la cinta blanca de la red, quedando suspendida verticalmente sobre el vértice que separa los dos campos. El campo de la victoria y el campo de la derrota. La pelota desciende girando sobre si misma ajena a la transcendencia de su movimiento. La cinta cede hacia uno de los lados, decidiendo la suerte de quienes la han golpeado. ¿En qué campo juegas? ¿Qué te juegas? ¿Contra quién? Posiblemente el resultado del giro de esa pelota cayendo pueda ser descifrado por la física. También es seguro que la realidad sólo se entiende en un campo en el que miles de pelotas al mismo tiempo se precipitan sobre la red y quedan suspendidas en la incertidumbre. La incertidumbre anida en los labios de Scarlett Johansson. Vida sin rumbo, sin fortuna, refugiada en la certeza del deseo que despierta en los hombres. Una belleza resignada de sólo encontrar abrigo en los brazos de quien la desea, pero no de quien la ama. Y él, tenista sin fortuna, inquieto, interesante, irlandés pobre deslumbrado por la vida de la alta burguesía. Vendió sus escrúpulos a un estilo de vida. Hay mujeres con las que vale la pena acostarse y otras con las que crear una familia, especialmente si tienen dinero y una posición respetable. La pasión pasa y un destino superior bien justifica la iniquidad con los menos afortunados. Woody Allen versiona el clásico de Dostoievski eliminando cualquier confianza última en la finalidad que puedan revestir nuestros actos o nuestra vida. El protagonista lee el libro al comienzo de la película, convirtiéndose en el ejecutor final del mismo. Sin embargo aquí no existen remordimientos, no hay conciencia que grite más que la comodidad de una posición definitivamente merecida. Un hijo buscado con la persona no amada, se convierte en el fruto de una relación basada en el deseo. La naturaleza se encarga de manifestar sus leyes de las formas más irónicamente posibles. Recordemos Las afinidades electivas, del maestro Goethe. Sin embargo, ni la naturaleza, ni la razón, ni la conciencia bastan para este tiempo carnívoro en que vivimos. Cronos, el tiempo, sigue devorando a sus hijos. Cuando llegue mi momento, espero saber elegir el amor incierto, que tal vez sea el único verdadero. Ajeno a que todo es azar, espero ser capaz de elegir los labios de Scarlett Johansonn.