lunes, noviembre 14, 2005

Hasta la vista, Miguel

Te fuiste llevándote los últimos días del otoño. La gente recorre las calles rápidamente buscando refugio en los cafés, las tiendas o en los hogares. Bufandas, guantes, abrigos... el frío nos ha sacudido al tiempo que te despedías. La nieve ha cubierto de forma generosa las montañas que dominan nuestra ciudad y que tan cerca podías sentir en Otura, el lugar que elegiste para descansar después de tanto sufrimiento. Ya intuyo cómo se van los amigos. Como un frío inesperado que llega para quedarse. Un invierno que todos podemos anticipar pero que nos resistimos a aceptar hasta que definitivamente sucede. Así, Miguel, te echaremos de menos. Hacía mucho tiempo que no te veía. Enfermar tú ha coincidido con el inicio de una espiral de actividad incesante en mi vida y mi recuerdo tuyo ya sólo podrá ser el del Miguel activo e inquieto, el futbolista, con tu cartera bajo el brazo dirigiendo los negocios, el amigo noble entregado a su familia y sus proyectos. Ahora, siempre que pienso en ti, recuerdo una visita tuya y de Puri a nuestra casa hace dos años. Yo me iba a Valencia y tú habías pasado algunos años allí, como no olvidar al equipo del que habías sido portero. Recuerdo el mapa de Valencia en la mesa y cómo desgranabas la memoria de los mejores años de vuestra vida. Aquella ciudad abierta a los sueños y a las promesas. Aquella mujer que conocistes y por la que valío la pena abrazar la tierra de Granada que te trajo a nosotros. Durante mis seis meses en aquella tierra cada vez que caminaba por la calle Juan de Austria, te recordaba. La calle donde viviste y de la que tantos recuerdos guardabas. Desde entonces ya siempre compartiremos el amor por aquella ciudad y, desde ahora, quiero que sepas que queda vez que vuelva dejaré tus recuerdos en aquella calle con la que tanto soñabas. Al irte sé que también se me ha ido algo. A ti todo mi aprecio y mi cariño. Agarrando la mano de mi madre en la Iglesia en que te acabamos de despedir, apretando el brazo de mi padre, soy consciente de que te has marchado y de que todos nosotros nos vamos marchando poco a poco. Sé que algún día me faltarán las personas que más amo o que yo les faltaré a ellas. Es imposible agarrar el tiempo entre nuestras manos, pero no es imposible vivir con intensidad hasta la última consecuencia. Mientras el cancer te vencía ayer por la mañana, yo lejos de aquí abrazaba nuevos compromisos y proyectos. Este ha sido el primer día que no ves las cumbres nevadas de la sierra, este el primer día que la playa de Las Negras no te espera, este día no has podido echar de menos a Valencia, este día no has podido seguir queriendo a Puri y tus hijas y ahora deben aprender a vivir sin tí. Miguel, el sol ya se ha puesto en nuestra vega, el cielo estaba sembrado de nubes negras, una atmósfera gris metálica que huele a lluvia e invierno. A partir de hoy me fijaré en cada cielo, en cada puesta de sol, y, si algún día volvemos a vernos, yo me encargaré de contarte todas las que te has perdido. ¿Qué no habrán de vivir todavía Puri y tus hijas para contarte algún día? Hasta la vista Miguel y un abrazo inmenso para vosotras, que hoy os quedáis un poco más solas pero al mismo tiempo mucho más acompañadas.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

He leido la carta y no he podido evitar que unos hilos salados invadieran mis mejillas como dos arrolluelos. Estos momentos tristes de personas tan cercanas como queridas nos hacen ver la vida de forma mas humana, sentimental y pesimista. Afortunadamante el paso del tiempo lo hace todo mas tenue y hace que volvamos a la rutina luchadora, que sin ella no tendriamos motivos para levantarnos cada día. Así es la vida, hoy unos y mañana otros.Espero que mi mañana y el de todos mis seres queridos tarde en llegar.

11/15/2005 03:47:00 p. m.  

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