Granada, inicio de la polisea

2 de noviembre de 2005. Mientras escribo las primeras líneas de esta nueva aventura, en el Congreso de los Diputados siguen dirimiendo qué es y qué no es España. Realmente puede resultar cansado basar todo el debate político en qué sientes como ciudadano o con qué te identificas. Y al final tanta insistencia en ello, hace que inevitablemente debas manifestar una posición, dentro de los estrechos lazos de una patria o una nación. Realmente yo me siento granadino, pero casi tanto como valenciano cuando viví seis meses a las orillas del Turia o neoyorquino cuando he tenido la fortuna de pasear por el Puente de Brooklin contemplando el skyline de una ciudad que puedo identificar como ninguna otra en el mundo. El problema de todo esto es que, aunque no acabemos de creerlo, lo sentimiento están en la base de todo lo jurídico. Los sentimientos que configuran eso que no somos capaces de definir pero que sí sabemos identificar, el pueblo español es lo que sustenta la soberanía sobre la que se cimenta todo el orden constitucional y sobre él toda nuestra convivencia en el estado de derecho. Y así, de un sentimiento al que soy tan ajeno, por más que ame mi tierra con locura (podría haber tantas otras adscripciones) es de donde surge todo el derecho que enmarca y rige nuestras vidas... aún dentro de los amplios límites que constituye la libertad del hombre (y de las mujeres) cuando no se confronta con la de otras mujeres (y hombres). [Supongo que otro día hablaremos de la chirriante @, especialmente para un filólogo irrendento.] Pues dejando a Durán i Lleida con su parlamento, tras escuchar el estruendoso (pero extrañamente breve, ¿será signo de la "gravedad" del momento?) choque de trenes de Rajoy y Zapatero, me libro de la irresistible atracción del verbo y de las grandes ideas para escribir las primeras líneas de este cuaderno "poliseico". La tarde la pasé en la facultad. Creo que es un edificio triste, incómodo, laberíntico, pero al menos tiene una ventaja. Desde el despacho al que suelo ir hay unas envidiables vistas de la vega granadina y probablemente constituye una atalaya inmejorable para gozar de las mejores puestas de sol que puedas imaginar. Un espectáculo gratuito y que se renueva cada tarde. Como un guiso, siempre el mismo pero nunca igual, cada día tocado de forma distinta por la mano diestra del cocinero. La foto corresponde a ese momento, sobre las 18:30 de la tarde. Me causa cierto incomodo incluirla, la calidad que permite la cámara del móvil no es muy buena y, sin ser modesto, tengo algunas fotos que son realmente estupendas, pero... prefiero la inmediatez de ésta. De la fragil atmósfera que cerró el día en Granada, imaginando a estas horas el cielo metálico de Nueva York donde parte de mi corazón ha estado, en espíritu, presente durante los dos últimos meses. Salud y saludos a todos y a todas, sois tant@s... a l@s que no conozco aún (en esta me inclino más por un "las" :-P ) y a l@s que comparten mi vida desde hace 26 años hasta hace pocas semanas. A l@s que pasean por Nueva York, a l@s que bajan las persianas de su negocio después de haber luchado otro día más, a l@s que se casan y a l@s ya casad@s, a l@s valencian@s (siempre en el corazón), a l@s que estudian su MIR, a lo@s que salen de guardia, a l@s que preparan oposiciones, a l@s que me ganan en los juegos y a l@s que gano yo, a l@s que me aguantan y tienen la generosidad de compartir su tiempo conmigo (no sabéis cómo os lo agradezco), a l@s que sueñan por cambiar las cosas, a l@s que aspiran a conocer más y más, a l@s que hoy cumplen años, a l@s que compartieron mis clases de inglés, a aquell@s con los que viajo, a l@s que creen en la palabra y en el diálogo, a l@s que trabajan conmigo, a mi familia ... y a mi abuela que se ha empeñado en conectarse a Internet y a la que ya mismo confío ver escribiendo su propio blog. A todos l@s que habéis llegado hasta aquí ... espero que empecéis por dudar de lo que leáis y comencemos ya la conversación.