T4, Iberia y el futuro de Granada
Dos diputados, un probable candidato a la alcaldía de Granada, una cirujano que a las 8 de la mañana debe estar con los guantes puestos en el quirófano, una pareja de Vigo que atraviesa media España para pasar unos días en Sierra Nevada, profesionales y estudiantes sin más bateria en los móviles o portátiles para seguir trabajando, hombres y mujeres con la familia esperando una llamada en casa o en la terminal vacía de un aeropuerto. ¿Qué tienen en común todas estas personas? Simplemente que a todas ellas los responsables de Iberia les robaron la vergüenza, le faltaron al respeto y les pisotearon su ciudadanía el jueves pasado (16 de febrero) en la T4, la nueva terminal de Iberia.
La mejor metáfora de lo vivido en esa terminal, de espacios infinitos que mezclan las geometrías más exactas con las curvas inciertas de un mundo impredecible, sólo podía formularla Kafka, en aquel cuento del hombre que muere esperando justicia a las puertas de la última sala donde un guardia impenetrable se ríe de su absurdo destino.
La crónica de los hechos lo explica todo. Iberia decide cancelar el vuelo 280 de las 10 de la noche, con destino a Granada, retrasando sin mayor explicación el vuelo de las 6 de la tarde, el 270. Este retraso, que afecta a pasajeros que estaban en la terminal desde las 5, se prolonga hasta las 11 de la noche, momento en el cual, lo ánimos impacientes (pero civilizados) se alzan contra las caras visibles de la compañía en el mostrador de embarque. Nadie sabe nada, ningún superior coge el teléfono, los chaquetas rojas (un equivalente ibérico a los hombres de negro de las películas americanas) no aparecen por ningún lado para poder expresarles las quejas. Llegan informaciones de que el aeropuerto de Granada cierra a las 12 de la noche y que, por tanto, si no nos esperan tendríamos que ser desviados a Málaga o volver a Madrid. Finalmente se deciden a embarcarnos en el avión. Algunos pasajeros del vuelo 280, que no saben que ha sido cancelado, no disponen de sitio y se quedan en tierra. Una vez dentro del aparato, el Comandante de la nave añade surrealismo a una situación de por sí disparatada. Primera declaración: “Hace mal tiempo en Granada, aterrizaremos sin problemas, seguramente.” Segunda declaración, ésta después de una hora de estar en nuestros asientos sin que el avión se haya movido: “En Granada dicen que nos esperan hasta las 12:30 [eran las 12 en aquel momento y el vuelo dura 45 minutos], si llegamos y está cerrado, volvemos a Madrid.”
Por suerte en Granada esperaron, llegamos a la 1, cuando, 5 minutos después, yo salí del aeropuerto, habían apagado todas las luces con los pasajeros en la sala de equipajes. Aproximadamente había 180 personas en el vuelo, dudo que hubiera taxis suficientes para llevarles a la ciudad.
Buscar razones a este despropósito parece un ejercicio vano a la vista del desprecio que los responsables de Iberia muestran por nuestra tierra. Ayer en la T4 de Barajas entendí donde se quedan buena parte de las oportunidades y facilidades para el desarrollo de Granada.
1 Comments:
Buen post. Me gusta el blog. Lo marco.
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